La segunda fué hoy, cuando con motivo de la Carrera del Santo Cristo de Esquipulas en Dulce Nombre, en una parte del trayecto, un vecino de Paraíso me dijo: "Ya de último, mejor móntese en la ambulancia".
La primera fué hace unos años, en la Carrera al Parque Nacional Tapantí, una de las que tiene la más bella escenografía, y provino del conductor de la ambulancia de la Cruz Roja asignada a brindar asistencia en el trayecto a los atletas. Molesto porque aproveché que iba a la par mía y le dí las bolsas plásticas del agua para no contaminar y que las depositara en un basurero, me sorprendió cuando lo ví acelerar, adelantarse y tomar las bolsas y tirarlas en un cafetal. ¡Qué mala actitud! Eso no fué todo. Contrario a todas las normas que rigen el servicio de ambulancia en las carreras atléticas, se adelantó porque según dijo, su responsabilidad era con todos los atletas y tenía que ir a ver como estaban los que iban adelante. Aprovechando el servicio celular, llamé a la central de la Cruz Roja, les comenté lo que pasaba y que además necesitaba alguna pastilla pues estaba sintiendo un pequeño dolor en una ingle.
Cuando le informaron al conductor de la ambulancia lo que acontecía en la retaguardia de la carrera, se devolvió, y al ver que quien pedía ayuda era el que lo había importunado pidiéndole que se llevara la basura, de mala manera dijo que no contaban con ningún medicamento.
Obligado a tener que acompañarme, sugirió que me ganara unos kilómetros montándome en la ambulancia. Jamás creí que una propuesta tan indecente y fraudulenta como esa proviniera de un oficial de la Benemérita Cruz Roja.
¿Qué hacer? Mantener la dignidad y la voluntad de terminar la carrera aunque se llegue en el último lugar, pues así se disfrutan más los aplausos generosos del público que reconocen el esfuerzo realizado. Lo viví ayer en Tapantí y hoy en Dulce Nombre.
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