Con motivo del Día de la Madre, todos los años nos reunimos en la casa de la Tía Nísida en Ciudad Colón: sus hermanas, sobrinas/as, hija, hijos/as de los/as sobrinos/as, hijos/as de los/as hijos/as de los/as sobrinos/as. Para éste, se nos pidió contribuir con algún objeto que nos mostrara la Costa Rica del pasado.
Así, pudimos ver por ahí la edición de la Revista Life (Sin fecha) dedicada a la llegada del Primer Hombre a la Luna (julio de 1969). Al verla recordé dos cosas: la primera, que en mi pueblo, Cachí, Gerardo Flores Rojas, destacado salonero, no creyó ni cree que eso se haya dado, para él, todo fué un montaje de los gringos. La segunda: la tristeza de María Castillo, vecina nuestra en El Chiverre, el barrio en que nos criamos, porque al llegar el hombre a La Luna, la tomarían en sus manos, se la traerían y dejaríamos de tener noches de luna llena.
Entre las muchas cosas interesantes, estaba la bitácora de las horas de vuelo del primo Luis Carlos cuando estaba aprendiendo a pilotear avionetas. Fué en la época en que Gerardo Wenceslao Villalobos tenía en su apogeo un instituto de formación profesional, que entre otras carreras tenía la de "estudios de aeromoza", ¡y las prácticas eran en los ascensores del viejo edificio Raventós con bandeja en la mano!
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