Antes era emocionante tomar fotografías, sacar y guardar cuidadosamente el rollo gastado y otro día acudir al centro de revelado, donde duraban lo menos un día para entregar las fotografías. Después recogerlas y casi sin llegar a la casa verificar como habían quedado. Nerviosamente las íbamos desplazando, mostrando satisfacción o resignación según la calidad de la foto.
Eso se acabó. Las cámaras digitales proyectan al instante y nos ofrecen inmediatamente el resultado del trabajo. Ya no existe la capacidad de sorpresa, ojalá que eso no se vaya dando en todos los actos de la vida, sino, ésta será muy monótona.
Quizás por ello es que el ajedrez nos sigue cautivando, cada partida nos ofrece cantidad de sorpresas, eso nos ha mantenido atados a tan mágico juego ya por más treinta y seis años y es lo que cautivado a cientos de niños y niñas que llegan a nuestras clases y se quedan para siempre impregnados del espíritu de los trebejos que se mueven mágicamente en aquel tablero de tan solo sesenta y cuatro casillas.
Eso se acabó. Las cámaras digitales proyectan al instante y nos ofrecen inmediatamente el resultado del trabajo. Ya no existe la capacidad de sorpresa, ojalá que eso no se vaya dando en todos los actos de la vida, sino, ésta será muy monótona.
Quizás por ello es que el ajedrez nos sigue cautivando, cada partida nos ofrece cantidad de sorpresas, eso nos ha mantenido atados a tan mágico juego ya por más treinta y seis años y es lo que cautivado a cientos de niños y niñas que llegan a nuestras clases y se quedan para siempre impregnados del espíritu de los trebejos que se mueven mágicamente en aquel tablero de tan solo sesenta y cuatro casillas.
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