Cumplí con el ritual de poner un mensaje, avisando que estaba por pasar para que nos fuéramos al Estadio Fello Meza para ver el partido Cartago-San Carlos. Previendo alguna necesidad, le compré a mi amigo Mauricio una lata de cerveza alemana, cuyo precio, increíblemente, es inferior a una cerveza nacional, a pesar de contener más cantidad.
Ni respuesta al mensaje, ni atención al timbre. Como el partido había comenzado me fuí. Conocedor de la imposibilidad de entrar al estadio con la cerveza en lata, llamé al vendedor de pinchos de carne y se la regalé. Me salió con la mexicanada que un mediocre (¿Cuestión de apreciaciones?) actor mexicano, Clavillaso, puso en boca de casi todos los ticos: -¡Pura vida! mi hermano, lo espero con un pincho en el intermedio.
Al intermedio, con un empate a uno, me fuí a La Cartaginesa, no más verme llegar, aquel vendedor ambulante, con su puesto en la calle, me esperaba con un pincho de carne especial para mí. -Tome mi hermano, no vale lo que que costó la birra que me dió, pero algo es algo. -Muchas gracias, no hace falta. -Ah no, se lo come o me ofende.
La verdad es que me supo a gloria, hasta ahí llegó mi vegetarianismo, me pasó las del Campeón Mundial, Vishy Anand, hindú, cuando en Islandia fué invitado por Fischer (q.e.p.d.) a disfrutar de una suculenta hamburguesa de carne, en el único restaurante en el que éste último confiaba para ingerir alimentos.
Terminé comiéndome otro pincho y despidiéndome con la frase de Clavillaso, el mexicano, -Muchas gracias, ¡Pura vida!
Me fuí de nuevo al estadio a ver a Cartago perder. Masoquista que es uno, mejor le hubiera hecho caso a mi amigo Soto cuando lo invité para que fuéramos al Estadio: -Gracias, pero yo no voy a ver malos jugando.
Ni respuesta al mensaje, ni atención al timbre. Como el partido había comenzado me fuí. Conocedor de la imposibilidad de entrar al estadio con la cerveza en lata, llamé al vendedor de pinchos de carne y se la regalé. Me salió con la mexicanada que un mediocre (¿Cuestión de apreciaciones?) actor mexicano, Clavillaso, puso en boca de casi todos los ticos: -¡Pura vida! mi hermano, lo espero con un pincho en el intermedio.
Al intermedio, con un empate a uno, me fuí a La Cartaginesa, no más verme llegar, aquel vendedor ambulante, con su puesto en la calle, me esperaba con un pincho de carne especial para mí. -Tome mi hermano, no vale lo que que costó la birra que me dió, pero algo es algo. -Muchas gracias, no hace falta. -Ah no, se lo come o me ofende.
La verdad es que me supo a gloria, hasta ahí llegó mi vegetarianismo, me pasó las del Campeón Mundial, Vishy Anand, hindú, cuando en Islandia fué invitado por Fischer (q.e.p.d.) a disfrutar de una suculenta hamburguesa de carne, en el único restaurante en el que éste último confiaba para ingerir alimentos.
Terminé comiéndome otro pincho y despidiéndome con la frase de Clavillaso, el mexicano, -Muchas gracias, ¡Pura vida!
Me fuí de nuevo al estadio a ver a Cartago perder. Masoquista que es uno, mejor le hubiera hecho caso a mi amigo Soto cuando lo invité para que fuéramos al Estadio: -Gracias, pero yo no voy a ver malos jugando.
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