Tiene 20 años. Lo conocí cuando los diez años lo alcanzaron. Se convirtió en el más entusiasta seguidor de un movimiento comprometido con el desarrollo integral de nuestras comunidades. Orgulloso portaba la camiseta con un rostro quizás desconocido para él, pero cuya causa defendía, guiado por el instinto de que ahí radicaba la lucha por la solidaridad, la justicia social, la equidad, la igualdad de género.
Jennifer y su hermano Allan fueron en realidad sus inspiradores, en aquella lucha desigual. Algunos de los triunfadores hoy están olvidados, viviendo en el ostracismo; los perdedores disfrutamos de la realización permanente de nuestros ideales, todos los días vigentes y que nos hacen ser más.
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