Después de la media maraton San Juan, caminábamos por las inmediaciones de la Caja Costarricense del Seguro Social en la avenida segunda, rumbo a tomar el autobús que nos trasladara a Cartago.
Sorprendimos a una mujer que nos miró a la cara, bajó la vista y auscultó las piernas pues aún andábamos en pantaloneta.
Ella estaba sentada junto a la ventana, y a su lado, su compañero que le controlaba los movimientos de los ojos mediante un dispositivo que tenía en sus manos. Por eso, cuando verificó que ella se extasiaba en aquellas piernas y aquel sujeto, le dió un coscorrón obligándola a mirar para otro lado.
Qué lástima con los avances tecnológicos en manos de machistas.
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