Hace unos meses, alguien escribió una carta a la columna en el suplemento quincenal de un diario nacional, destacando la labor como voluntario que había ejercido una persona en una institución de servicio público. Hasta ahí todo muy bien. Pero de seguido, casi que exigía que se nombrara a ese voluntario en una plaza de asistente de la encargada de la institución.
Al leer eso recordé lo que nos decía el Dr. Juan Ricardo Ramírez Rauda, un salvadoreño que se vino para nuestro país por la persecusión política desatada en su contra, quien sabiamente planteaba que en política la mayoría del trabajo se hace de manera voluntaria. A nadie se le obliga a inscribirse, militar o trabajar en un partido político, por lo tanto, a nadie se le debe nada por dicha labor partidaria y por ende, no tienen sentido las solicitudes de recompensas por la labor realizada.
Lo mismo se le debe aplicar a ese voluntario colaborador de la encargada de la institución de servicio público. La plaza de asistente debe ser ocupada por aquel o aquella que mediante concurso público tenga los requisitos y los méritos para el cargo. ¡Eso es transparencia!
Al leer eso recordé lo que nos decía el Dr. Juan Ricardo Ramírez Rauda, un salvadoreño que se vino para nuestro país por la persecusión política desatada en su contra, quien sabiamente planteaba que en política la mayoría del trabajo se hace de manera voluntaria. A nadie se le obliga a inscribirse, militar o trabajar en un partido político, por lo tanto, a nadie se le debe nada por dicha labor partidaria y por ende, no tienen sentido las solicitudes de recompensas por la labor realizada.
Lo mismo se le debe aplicar a ese voluntario colaborador de la encargada de la institución de servicio público. La plaza de asistente debe ser ocupada por aquel o aquella que mediante concurso público tenga los requisitos y los méritos para el cargo. ¡Eso es transparencia!
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