Hace 30 años, en las vacaciones escolares de fin de año, los jóvenes se "agenciaban" los cincos yendo a coger café. Existian varias opciones, pero todas selectivas, paso a explicarme.
En Hacienda La Flora, propiedad de la familia Marín Schumacher en el Salto y Ujarrás solo aceptaban mujeres como recolectoras de café. Donde Próspero Bonilla solo le daba oportunidad a las familias de su barrio.
Más abiertos eran en la Troya en Orosi; pero a la que le huían era a La Vaca (Hoy Las Chúcaras) en Río Macho: a ésta acudían personas de muy diversos lugares del país y era común que al menor descuido a alguien le robaran el café.
Algunas fincas tenían otras normas de comportamiento: prohibido decir malas palabras en el cafetal y no fumar.
Eran otros tiempos donde en la mayoría de los cafetales lo que se reflejaba era una ampliación de la convivencia barrial y el espíritu comunitario. Eso no quitaba que muchos de ellos fueran testigos mudos de la iniciación en los juegos del amor y en los vicios del fumado y el tomado, porque no faltaban los transgresores y las transgresoras.
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