Viernes 5 de diciembre de 2008
Tuve la oportunidad de estar en el Templo de San Miguel, Escazú, en una ceremonia religiosa con motivo de una boda. En primer lugar, me sorprendió la competencia entre el cura y el festival que se desarrollaba en el Parque, pues la música estruendosa de este ultimo no dejaba escuchar bien al primero.
Pero lo que me llamó más la atención fue ver que las bolsas con que recogen la limosna de los fieles tuvieran rejas, o sea, que en en éstas nadie puede meter la mano. Entre las cosas que llaman la atención en este país es que de unos años para acá (inicios de la década de los 1980), se perdió la tranquilidad y la paz de los hogares: ya no se ven puertas abiertas o entre abiertas, espacios libres entre la acera y el jardín, etc. Lo que priman son fortalezas rodeando las viviendas para evitar a los ladrones.
Pareciera que estos se metieron al templo a la hora de recoger la limosna, así que el cura previsor, no vaya a ser que ante los ojos propios del Señor Mayor y su cohorte de Vírgenes y Santos, a alguien se le ocurra echar mano de algún buen billete que alguien deposite para las grandes obras cristianas, así que las bolsas,como las casas de los ticos, están bien enrejadas.
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