Miércoles 25 de febrero de 2009
El primer compromiso formal fué en la cancha del Barrio San Martín de Juan Viñas, Cantón de Jiménez, con unas camisetas que nos prestaron, cada quien llevaba sus propias medias y pantalonetas. Así que de uniforme, en el sentido estricto del término, solo las camisetas, el resto de prendas era variopinto en cuanto a colores y ni qué decir en cuanto a formas.
Se comenzó a perfilar el modus operandi para las alineaciones: Estarían a cargo de un triunvirato (Papá, mi hermano Freddy y yo) siguiendo algunos criterios básicos: como siempre, idoneidad para el puesto hasta donde se pudiera y constancia, esto es, tendrían prioridad aquellos que venían asistiendo a los partidos, tanto en la cancha de Alfredo como en la del Parque La Laguna y los que a partir de ese momento nos acompañaran cada sábado.
El primer resultado fué negativo: perdimos. Claro, "la cancha no se prestaba para desplegar la calidad de fútbol que tenemos" dijo Fello Chaves, una de las glorias del fútbol paraiseño, y por otro lado, no es lo mismo mejenguear en un potrero que hacerlo en una cancha.
Por ejemplo, Tarzán, centro delantero corpulento que siempre hacía goles no podía con los tacos, además, le daba seguramente miedo escénico. Comenzó un paralelismo con la teoría de Darwin: un proceso de selección natural, así, Tarzán lo intentó un par de veces y ya no más, el solito cantó viajera.
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