Miércoles 5 de noviembre de 2008.
Venía mi abuelo bajando de El Canario a Volio con la yunta de bueyes, trayendo caña para llevar al trapiche de Herbert Pinto. La estampa de siempre: yugo hacia atrás, sostenido por la mano derecha reposando en el hombro y cigarrillo en la boca, el vicio que le acompañaba desde que tenía diez años y que le cobró la vida casi a los setenta años, cuando nada había que hacer contra el eficema pulmonar.
-Moncho todo bien- Le dijo Juan Alvarez.
-Todo bien como siempre-Le respondió mi abuelo.
-¿Y los bueyes?
-Buenos y trabajadores como siempre.
-Ah, ¿y donde están? -Le preguntó Juan Alvarez.
-Pues aquí detrás mío, nos los ves, ¿O es que se volvieron fantasmas?- Y mi abuelo se da vuelta y nada de bueyes, se habían quedado en la vuelta de Elías Gamboa, donde por poco van dar al Río Oros.
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