Jueves 6 de noviembre de 2008
Todas las semanas santas, aprovechando las vacaciones, nos íbamos para la finca de mi abuelo allá al costado oeste de LA Finca del Chino, a tres kilómetros de Rio Jiménez.
Pronto, nos comenzó a sorprender lo asiduo de las visitas, preguntándole a mi abuelo si le quedaban semillas.
-Claro que sí, ya le traigo, espero un momento.
Y caminaba hacia al potrero, justo detrás de la naciente de agua. Cortaba unas hojas de plátano, se agachaba y salía con las semillas envueltas.
Al segundo día, lo mismo. Hasta que Papá, conociéndolo se fue a indagar: Las semillas eran botellas de contrabano, de la saca que había puesto en el fondo de la finca.
Con razón, al lado arriba de la poza, donde nos dejábamos caer impulsados por un bejuco, había puesto un rótulo de "proivido vañarse aquí" que le redactó su amigo Malaco: ahi, amarrados de la orilla y en sacos con piedra, descansaban en el fondo del rio bien resguardadas las pichingas de llenas de semillas. Hasta ahí le llego el negocio.
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