24 de mayo de 2008
Una de las más tradicionales fiestas religiosas de la comunidad católica, permite generar un importante encuentro y reforzamiento de los lazos comunitarios. Por lo general se escoge un barrio para la celebración del principal acto litúrgico, y con una definición previa de lo que será el recorrido, motiva a los otros barrios a organizarse para dar lo mejor de sí en aras de que la procesión pase por las mejores alfombras que diseñarán y construirán.
Para ello, se convocan reuniones, se establecen cuotas y se dan los lineamientos generales de lo que se hará, para lo cual se nombra un Comité y sus respectivas comisiones: la más clara manifestación de lo que es la participación popular.
La noche y madrugada previa al gran evento, con todo preparado, niños, jóvenes y adultos comienzan la tarea: acarrean el aserrín adquirido, colocan los moldes, trasladan los arreglos florales y todo es una fiesta. Se pone de manifiesto la solidaridad en apoyo de algún sector que no cuenta con los recursos materiales y humanos para sacar la tarea, aparece el café, el pan casero, los gallos, los refrescos, una que otra bebida espirituosa final de la jornada; las plegarias al Santo o Santa de preferencia para que haga el milagro de evitar por unas horas la lluvia que podría anular los esfuerzos de muchas horas de trabajo.
Y llegado el momento culminante, los del barrio, los de los otros barrios, la mayoría de la comunidad católica con su guía espiritual se funden en procesión solemne, participando activamente gracias a la fiesta del Corpus Cristi, que contribuye a hacernos más comunidad y nos pone de manifiesto de lo que se es capaz de construir con la unión de esfuerzos a través de la participación, donde cada quien da según sus posibilidades y capacidades.
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