Antes de las 5 pm, estaban los portones abiertos para la clase de ajedrez, la alcancía donde cada quien depositará voluntariamente lo que pueda para cubrir los costos de las copias, y las mesas y las sillas listas para recibir a estudiantes de todas las edades y sexos.
Quien hacía posible todo eso era don Asdrúbal Monge, el más longevo pero no por tanto el menos entusiasta alumno que hemos tenido en los muchos años de enseñar ajedrez.
Al final de la clase, Macho Monge como es más conocido, nos presentó al que hace posible, según él, que sus composiciones se musicalicen y lleguen a mucha gente; a la vez lo comprometió a pasar por su casa por nuevos discos compactos para que le grabe algunos pedidos que tiene.
"Siempre me ha encantado escribir" dice, "y aunque no tengo conocimientos para hacer los arreglos, ya logré grabar mis primeras poesías, y ahora más allá de mi señora, mis hijos y mis nietos comienza la palabra a llegarle más Cartagos". Le pedí que me apuntara en la lista de los pedidos, un hombre comprometido con lo que hace solo cosas grandes puede transmitir. Ganamos un poeta los ajedrecistas.
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