Desde el siglo antepasado, en nuestro país se le ha dado una gran importancia a la educación del pueblo. No es sorprendente encontrarse en el más remoto caserío del país que la escuela tal fué fundada en mil ochocientos noventa y resto.
Pero ahora la aspiración no es solo tener escuela, las comunidades exigen centros educativos de secundaria. Éstos han proliferado. Y aunque algunas veces en paupérrimas condiciones físicas, poco a poco van alcanzando niveles de infraestructura apropiados para que los alumnos, docentes y administrativos tengan un ambiente y unas condiciones apropiadas que faciliten el proceso de enseñanza aprendizaje.
Conocimos Quebradilla de Cartago hará unos 35 años. Calles polvorientas, el sencillo templo, el salón comunal de madera y unas humildes viviendas. Hoy día ha cambiado radicalmente. Hacia el oeste, buscando para la Carpintera, en un hermoso terreno poco a poco se va asentando el Colegio Fernando Volio Jiménez. Ya con varios pabellones, que aún son insuficientes, lo que les lleva a maximizar el uso de lo que poseen, al grado de que la clase de contabilidad se recibe en el comedor, donde se revuelven conocimientos con deliciosos aromas del arte culinario; o el que recién se está construyendo, una de cuyas paredes fué confeccionada con las latas de archivos reciclados, cientos de jóvenes muestran en sus caras la alegría que depara siempre la formación.
Sabios nuestros ancestros que nos heredaron ese compromiso con la educación, convencidos de que ésta es la verdadera arma que hace realmente a los pueblos libres.
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