Me resulta sorprendente la tendencia casi obsesionada de plantar en las zonas verdes (las pocas que quedan, lamentablemente) en los terrenos de escuelas, colegios, bancos, de plantas exóticas que nada tienen que ver con nuestra flora.
Seguramente a ello contribuye ese mal ejemplo que es el parque metropolitano La Sabana, con sus cientos de árboles de eucalipto que a un destacada ministro de cultura se el ocurrió sembrar, aún en contra de los consejos de costarricenses que abogaban por árboles autóctonos.
Así, esa tendencia lleva a que pululen las palmeras, los cipreses, los pinos y el laurel de la india. Que hermoso sería entre pabellón y pabellón varios saúcos, arbusto de pequeño crecimiento, de hermosas flores que derivan luego en frutos que atraen a las aves. O en las cercas, como tapavientos, el grandioso trueno, cuyo follaje al sembrarse a poca distancia un árbol de otro, hace que sus ramas se entrelacen casi desde el suelo en fraternos abrazos.
Porque no unos árboles de guayaba, capaces de suplir al comedor de frutos deliciosos que sustituyan al sirope. Que nos cuesta tener en el poquito de zona verde en la sucursal del banco un guitite, que albergará pronto a un yigüirro cantor y a una orquídea entre sus ramas.
¡Hay tanto de donde escoger para sembrar! Solo se necesita un poco de amor por lo nuestro.
No comments:
Post a Comment