26 DE JULIO DE 2007
Cada día llega a nuestra mesa el pan, pero pocas veces nos detenemos a pensar en todo el proceso que conlleva su preparación y quienes se ven involucrados en ello.
Me ha llamado poderosamente la atención lo que hacen los hermanos Anchía (En aquellos tiempos de niñez u adolescencia vecinos nuestros en El Barrio El Chiverre), con los que he llegado a jugar fútbol cinco una vez por semana, pues no solo juegan ellos y sus hijos, sino todos los trabajadores de sus panaderías.
En dos horas de sana competencia, se olvidan las relaciones patrono-trabajador y cada quien se esfuerza, según sus posibilidades, por defender al máximo los intereses de su equipo, no vaya a ser que les metan un gol y deban dejar la cancha para los que esperan afuera (Se organizan tres equipos en cada jornada y al que le meten un gol sale para darle espacio al otro equipo, hasta un máximo de 10 minutos, si no se rifa quien se queda jugando).
Y después de los partidos a la jornada diaria: transportar la harina, preparar la masa, confeccionar los diferentes productos, hornearlos, empacarlos, colocarlos en los stand o en los carros distribuidores, venderlos. Cada quien en lo suyo, durante seis días a la semana, con uno de descanso.
En uno de esos seis dias, las dos horas que los sacan de la rutina pero que les permite afianzar los lazos de integración, cooperación, solidaridad y sacrificio.
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