Fue cortante, no necesitaba explicaciones, solo requería que le diera el número de caso para buscar el expendiente. Con él en mano, dijo que la gestión planteada no procedía. ¿Por qué? Si la misma gestión realizada con respecto a un caso similar se atendió y resolvió de inmediato hacía pocos días. Entonces ya molesta dijo que iba a hacer las consultas respectivas. Al rato regresó y dijo que la persona encargada de firmar el documento que se necesitaba iba a tratar de hacerlo. Se acabó con su paciencia cuando se le dijo que debía ser más específica: pues entre tratar y hacerlo hay mucha diferencia.
Dos cubículos después, un funcionario joven, quizás aún en etapa de inducción, tramitó rápidamente dos casos similares al narrado en el primer párrafo, pero con una gran diferencia: no estaba ofuscado, permitió que se le dieran explicaciones, diligenció los expedientes, tenía vocación de servicio y obtuvo las firmas de los documentos mientras que "la otra" aún trataba. Cuando se percató de que estaba quedando muy mal, intra paredes llamó al joven y le dijo que hiciera un solo paquete con los tres casos. Y el atento joven cumplió, sirvió y se despidió con la frente en alto y con un agradecimiento de la contraparte. La otra pasaba por obligación frente al cubículo del joven, con la mirada pegada al piso, signo inequívoco de que había actuado mal. Ella fue la que perdió.
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