Después de que participaron en la eliminatoria de la Región 4 del MEP en Ajedrez, con motivo de los juegos estudiantiles, trasladé hasta el centro de Cartago a cinco estudiantes del Liceo Enrique Guier de Cachí de Paraíso. Me sorprendió el grado de pesimismo que les embarga.
Según manifestaban, su comunidad no progresa, les cuesta salir a competir por un inadecuado servicio de transporte, nadie los apoya ni estimula, la mediocridad impera en todo cuanto les rodea. Ante eso, la desidia, el pesimismo y el fatalismo.
Mientras los escuchaba expresarse, me costaba imaginar un sistema educativo que no es capaz de extraer toda la riqueza y energía que tienen esos jóvenes, que no es capaz de generarles ilusiones, sueños y grandes retos. Ojalá que no sea que los educadores los ven y los tratan como receptáculos pasivos de unos conocimientos, sin mayor utilidad que la de memorizarlos para cumplir con un exámen. Si es así, pobres jóvenes y pobre pueblo de Cachí, se estaría quedando sin reservas a futuro que impulsen su progreso y su desarrollo. No hay nada más peligroso que una juventud pesimista.
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