Hay que darle a los señores diputados del Movimiento Libertario el beneficio de la duda: estampar sendas firmas en sus papeletas para la elección del presidente legislativo, respondía al compromiso adquirido de que iban a cumplir con votar por su correligionario.
Allá los mal pensados: que esa acción tenía un doble propósito: cumplir con su correligionario pero a la vez facilitar la reelección de Francisco Antonio Pacheco.
Esto no es un nuevo en la Asamblea Legislativa. Hace aproximadamente 20 años, cuando un grupo planeó cerrarle el paso a una distinguida dama como primera presidenta del Congreso. Para asegurarse que aquellos que cometerían la traición efectivamente cumplirían, al menos un ujier iba a mirar lo que consignaba un diputado oficialista en la papeleta y si estaba acorde con lo planeado, pasaría su mano de la frente hacia atrás de su cabeza. Cuando lo hizo, la oposición votó por su aliado y se consumó el hecho.
Pequeñas triquiñuelas cuando el país está ávido de volver a creer en los padres y madres de la patria.
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