Sep 24, 2008

UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE: LA PESCA ARTESANAL

Lunes 22 de setiembre de 2008

En Punta Guiones, ahí entre Playa Garza y Nosara, de la entrada principal al costado sur de la playa, escondidas, se encuentran las humildes viviendas de los que otrora eran dueños de todos esos terrenos. Pocos minutos antes de las seis de la mañana, comienzan a alistarse para ir a buscar las redes dejadas allá, a unos siete kilómetros, con la esperanza de encontrar una buena cantidad de productos, ojalá unas buenas "mechas": langosta y bastante pargo rojo.

Bastante jóvenes, piel curtida por el sol, el botero y su ayudante me dan las indicaciones de como ubicarme en aquella frágil embarcación que poco a poco va derrotando a las olas que se le vienen de frente hasta que las dejamos atrás. Siete kms después, viajando a un promedio de 30 kms por hora, pronto divisan la boya donde el día anterior comenzaron a lanzar la red.

Primera tarea en manos del ayudante: a pura fuerza, levantar el ancla, tarea a la que nos sumamos no sin cierta dificultad. La labor parece interminable. Cuerda y más cuerda, hasta que al fin, un último esfuerzo y el ancla al bote.

Ahora una tarea que requiere más experiencia: recoger redes. Y pasan los minutos, y la red se va acumulando en el piso del bote y nada de producto, de vez en cuando una tortuga enredada, que ayudan a liberar, o bien, ramas o palos que pronto son desenredados y de nuevo lanzados al mar. Pienso: "No será mejor llevárselos para evitar que mañana vuelvan a meterse en las redes". Y aparece el primer pargo, al rato otro, y más al rato una buena mecha, de más de un kilo. Y siguen apareciendo mechas, y hay alegría, y más pargos. Buena cosecha. Mitad de la labor cumplida.

¿Donde poner la red ahora para mañana? Se escoge el lugar a pura intuición. Lo primero, lanzar la boya con el ancla y luego se comienza a lanzar red, o sea, desandar lo andado. Y ahí queda, hasta mañana, cuando se arribe ahí como a las siete de la mañana. Vamos de regreso. Ya los otros dos pescadores habían limpiado su producto. Se acercan a ver lo que traemos y también se entusiasman con la cantidad de langosta que llevamos, y toman la más grande y calculan su peso entre un kilo trescientos gramos y un kilo y medio.

Como no era un paseo, no me cobran por haberme llevado. Les doy las gracias, con el compromiso de mandar más tarde por un poco de pargo rojo y un poco de langosta, al precio de pescadería para que se ganen un poco más. ¿Ganan realmente? ¿Cubren con lo que les pagan todos los costos? Lástima que a gente como ésta no le llega el Instituto Nacional de Aprendizaje con un cursito básico de contabilidad.

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