Martes 17 de junio de 2008
Debido a recuerdos poco gratos relacionados con las fuerzas de seguridad guatemalteca (La matanza de Panzós a finales de la década de los 70 o la desaparición del compañero de ideales Ricardo Galindo, secuestrado en el Aeropuerto La Aurora a principios de los 80), les veía con aprehensión.
Sin embargo, ya varios gobiernos democráticos a partir de la elección de Vinicio Cerezo en 1982, tienen que haber repercutido en la conformación de los cuerpos de vigilancia. No sin temor, me decidí ponerlos a prueba anoche. Unas cuantas cuadras al sur del Hotel Porta en Antigua, buscando llegar al Hotel Soleil Antigua y para mejor orientarme, le pregunté a unos patrulleros la dirección exacta. Con una amabilidad inusual se ofrecieron a trasladarme en su patrulla. Con cierto temor me senté en la parte de atrás, con la mano lista para abrir la puerta y el vidrio abajo para saltar ante cualquier amenaza de peligro.
Cuán equivocado estaba. Pronto estaba en la propia puerta del Soleil Antigua. Y ante mi insistencia de que recibieran unos dólares por el servicio prestado para que por lo menos se compran un café y un emparedado en la larga noche que aún les esperaba, su respuesta fue negativa. Me sentí plenamente identificado con aquellos servidores, ejemplo de servicio y señal de que la democracia incide positivamente en todos los ámbitos de la vida.
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