Jun 1, 2008

AL FIN DUEÑA DE UN BAÚL


Antecesor del ropero, el baúl desempeñó un importante papel para guardar la ropa e incluso para trasladar enseres en su oportunidad, en viajes o mudanzas. Hoy sustituido por las cómodas y los "closets", poco a poco fue adquiriendo el valor de reliquia y muchos pasaron a adornar salas y cuartos.

Ante la imposibilidad de que nuestro amigo Jose accediera a venderle el suyo, incluso ante la complicidad de su madre que en común acuerdo se encargaba de estar diciéndole "que cosa más fea es esa, solo para estorbar sirve, porque no se lo regalás a Alicia", desistió de la idea, pero con la esperanza siempre de encontrar alguno por ahí.

Y llegó el momento. En la comunidad de El Recreo de Turrialba, la mamá de Mauro tenía un baúl por el que no guardaba mayor aprecio, más que el ruego de su marido de que no lo vendiera. Muerto don Mauro, como también se llamaba, poco a poco se fue deshaciendo de las cosas que lo unían a él. Así, le comentó a la conserje de la escuela que tenía en venta el baúl, ésta inmediatamente llamó a doña Alicia quien le rogó que fuera a cerrar el trato y que al día siguiente le llevaba el dinero de lo que costaba. Malas noticias: ya se lo había vendido a Digna.

Otra oportunidad perdida. Decepción. Meses después, Digna se encuentra con doña Alicia en Turrialba, y ésta última le comenta lo dichosa que debe estar con el baúl.

-Qué va, ni me lo he llevado para la casa porque ni siquiera lo he pagado. Es más ni un abono le he dado.

-A pesar de que aún no lo tiene en su poder, ¿usted no me lo vendería?

-Y usted lo quiere, pero si es solo un cajón viejo de madera.

-No importa, véndamelo.

-Pues vaya a la casa de Mauro, les dice que yo estoy de acuerdo, les paga y se lo lleva.

-¡De veras!

Y de inmediato nos fuimos por el baúl. Hermosa pieza construida en cedro de por lo menos cien años de antigüedad.

Dado que era la que había sido psicológa en la Escuela de El Recreo y por cuyas gestiones Mauro había tenido grandes avances en terapia del lenguaje, no dudó, sus palabras eran convincentes, entregó el baúl y recibió el dinero.

Una última pregunta le hicimos: -¿Porqué vendió el baúl?

-Por qué no quiero tener nada de aquel hombre.

Mauro entre lo poco que comprendía, pensó que el sería lo siguiente que se iría de aquella casa, pues es lo último que en ella quedaba de su papá. Claro, su mamá ni siquiera pensaba en eso y no quiso decir eso.

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