SÁBADO 2 DE MAYO DE 2009
Mientras el Barcelona desplegaba toda su calidad futbolística en el Santiago Bernabeu, propinándole una goleada histórica al Real Madrid, nosotros (Papá y yo) sufríamos con el equipo en San Blas de Cartago.
Con varios meses de no acompañar a nuestro equipo por las múltiples ocupaciones, nada más decepcionante que lo que estábamos viendo: pases imprecisos, desubicación total de jugadores que todavía creen que tiene veinte años menos y en vez de pasar la bola de primera intención la pierden al querer hacer un regate y lo peor, un portero al que bola que le tiraban era gol, y por alto, a pesar de que con dieciseis años tiene una estatura superior a la media. "Es de que con ese cuerpo nadie se atreva a merodear su área", me decía Papá. Tres tiros, tres goles. Terminamos el primer tiempo metiendo dos goles. Tres a dos. "Para ganar este partido con el portero que tenemos hay que meter como 20 goles". Entonces lo llamó, y ahí vino la enseñanza: "Mire José Alfredo, primero, métase al partido, siga todas las jugadas, segundo, téngase confianza, atrape las bolas, saque para uno y otro costado de la cancha, no a un solo lado siempre, múevase en el marco, a los lados, hacia adelante, hacia atrás, las bolas que llegan al área pídaselas al defensa, y lo más importante, con ese cuerpo dese a respetar ante el rival".
Aunque siempre falló y nos hicieron el cuarto gol, se le vió mejor y terminamos ganando 5 a 4, con un golazo de Luis Solano, el hijo de Hernán, quien tácticamente salió junto con el mejor jugador del equipo rival por un conato de pleito que protagonizaron. "Era mejor así", le dijo Papá; a Hernán (a quien lo mandó a provocar al contrario según disposición técnica emanada del banquillo) lo supliría Jorge sin problemas, al del otro equipo, el mejor que tenían, lo supliría un tronco que esaba en la banca. Lectura total del partido se llama eso en el argot futbolístico.
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