May 15, 2008

CONSTERNACIÓN EN NEW YORK: PARA NO OLVIDAR

21 de abril de 2008

Habíamos reconfirmado nuestros vuelos a través de la agencia de viajes que le daba soporte a los participantes en la XXV Asamblea General de la Asociación Internacional de la Seguridad Social; por medio de Internet nos aseguramos que los vuelos entre Estocolmo, Munich y New York se mantenían. La agencia de viajes en nuestro país chequeó también que el regreso según el itinerario original seguía vigente. Llegábamos a Newark el domingo 16 y regresábamos a Costa Rica el Lunes 17.
El atentado terrorista del 11 de setiembre introducía cambios significativos en los controles de seguridad en los aeropuertos. Al llegar a Munich procedentes de Estocolmo, no pasábamos directamente a la sala de abordaje para tomar el avión que nos llevaría a New York. Rápidamente se habían levantado divisiones que nos obligaban a pasar por el puesto de control en que nuevamente se revisaba el equipaje de mano; ya no bastaba con que el detector de metales no se activara para pasar, sino que un efectivo de seguridad procedía a hacer un registro minucioso de cada pasajero, y aquellos que llevaban cámaras fotográficas eran obligados a activarlas dos y hasta tres veces.
El mundo había cambiado.
Lo sentíamos nosotros y lo sentía mi abuela con sus 93 años, que desde Cachí, escuchaba preocupada las noticias acerca del atentado y como siempre, enterada de mi viaje, me encomendó al Jesús de Nazareno que la ha acompañado casi toda la vida para que nos protegiera. El atentado terrorista no solo había golpeado en lo más profundo del alma de los estadounidenses, sino que fue capaz de estremecer el corazón de casi todos en los más recónditos rincones de la tierra.
Ahí estaba New York. Desde Elizabeth en New Jersey, podía verse, cinco días después del atentado, la nube de polvo y el humo que volvía triste el panorama.
El lunes tomamos el tren hasta “Madisson Square Garden Station”. Al salir, no era el New York que conocíamos, aunque la ciudad trataba de normalizarse. No habían aglomeraciones de gente y vehículos. Caminando por “Broadway Avenue” se comenzaba a ver la cantidad de fotos pegadas en los postes reportando que aquellas personas estaban desaparecidas. En “Union Square”, las flores, las velas, las fotos, los familiares sollozando graficaban la tragedia ocurrida.
El atentado terrorista fué un acto de guerra, en que los objetivos escogidos por quienes los planearon y los ejecutaron fueron inocentes personas. El “World Trade Center” podrá levantarse de nuevo, pero en millones de familias no podrán aliviarse las heridas causadas.
De regreso a Elizabeth, junto a mí en el asiento del tren, con lágrimas en los ojos, una persona terminaba de escribir los datos a donde podían llamar para que les dieran razón por dos de sus seres queridos desaparecidos, cuya fotografía los mostraba animados junto a sus hijas, hoy huérfanas por aquel vil acto.
Al detenerse el tren en Newark se levantó para bajarse, solo me quedó pegarle un grito, había dejado su “notebook” en el asiento; estaba distraído y muy triste, como la tristeza que nos embarga a quienes creemos en el respeto irrestricto a la dignidad de la persona humana y que el pluralismo ideológico es la base para mantener la convivencia en ésta civilización cósmica.

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