17 DE MAYO DE 2010
Que por solo la apariencia, un policía pueda detener a una persona e indagar su estatus legal, es el extremo de la persecusión contra los migrantes. Y eso se da en Arizona, con la nueva legislación aprobada.
Al conocer tan condenable ordenamiento jurídico, se me vino a la mente mi primer visita a Cuba, allá por 1993, con motivo de un Congreso sobre Vivienda Popular. Carlos Díaz, mi acompañante, se mortificaba cada vez que ingresábamos a uno de esos almacenes exclusivos para turistas que se ideó Fidel: Por mi apariencia (rubio, ojos "color verde marihuana" o a "veces celeste mar"), era recibido con pleitesía, no se me pedía documentos, me abrían las puertas. A él, Carlos Díaz, un poquitín moreno, era detenido de plano: debía mostrar el pasaporte, no fuera a ser que se les estuviera infiltrando un cubano (sic).
El color del pelo y de la piel no debe ser motivo jamás de sospecha de indocumentado. ¡Qué pena que esto se dé en Arizona! ¡Precisamente el estado que debía ser mexicano!
O a las actuales autoridades se les ha olvidado sus orígenes, porque sus antepasados corrieron la cerca para acá, para el sur, en un acto de despojo que no olvidamos, a mediados del Siglo XIX.
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