MARTES 30 DE JUNIO DE 2009
Corrían los primeros años del Siglo XX; desde que llegó al final del potrero quedó convencido de la utilidad que le daría a aquel árbol que la fuerza de la naturaleza tiró al suelo, arrancándolo de raíz. Dedicó todas las tardes con su hacha bien afilada a darle forma. Hasta 1970 sirvió para que varias generaciones apilaran en él el café. Pasó 8 años tirado en el patio, hasta que un extraño en carro ofreció comprárselos. ¿En cuánto? Ni idea. Terminó llevándoselo a un un buen precio para todos. Parte de aquel viejo pilón aún sobrevive: ha sido testigo de dos guerras mundiales, dos crisis económicas y aunque nunca lo imaginó, hasta de un golpe de estado en pleno Siglo XXI en Honduras, como si no hubiesen bastado todos los que se dieron en una y otra década del siglo pasado.
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