MARTES 10 DE JUNIO DE 2009
Tuvieron que pasar veintidos años para volver a sentir el estremecimiento que causaba el tren en su casa. Tenía aún vivos los recuerdos de aquella última mañana cuando salió a despedirlo: nunca creyó que ese era el último viaje, le sorprendió haberlo leído en el diario, guardó la esperanza de que volvería.
Y ahí apareció, bajándose del tercer vagón, el mismo que quedaba justo frente a su casa. Lo vió caminar con más dificultades, miró en su pelo, en su cara y en su cuerpo la acumulación de aquellos veintidos años; sin embargo, esa noche se comportó como siempre, ella lo disfrutó como aquella lejana noche.
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