Jordy a la derecha en un torneo en Cachí de Paraíso.
Aún tenemos fresca en nuestra memoria aquella llamada:
-Por favor, con Ronald Segura.
-A la orden, en qué le puedo servir.
-Le habla Edgar Quesada, soy el papá de un niño que se llama Jordy, le encanta el ajedrez, pero solo juega con la computadora, nunca se ha enfrentado a ningún otro niño.
Me hablaron de su Club y quisiera saber si puedo llevarlo y cuanto cuesta.
-Primero, no cuesta nada, en los treinta años de enseñar en el Club nunca cobramos. Tráigalo, con mucho gusto-.
Ahí llegó Jordy, tímido al principio, acompañado de Allison su hermanita de 5 años, él de 7 en aquel momento. Como siempre, con su padre y su madre.
Dominaba las nociones básicas del juego. Le ayudamos a mejorarlo. Lo entusiasmamos. Lo pusimos a jugar contra los otros niños y niñas. Poco a poco fue perdiendo su timidez e inmediatamente nos dimos cuenta que podria llegar lejos en el juego ciencia.
No nos equivocamos. Hoy se coronó campeón nacional invicto de ajedrez en la categoría para menores de 10 años. Jordy tiene talento, tiene amor por el ajedrez y un padre y una madre dispuestos a sacrificarse por darle las condiciones para que llegue a donde desee, en este mundo de los 64 escaques y los trebejos.
-¿Feliz Jordy?- Le pregunté hoy al teléfono cuando llamé para confirmar lo que presuponía, que había quedado campeón. -Sí muy feliz, muy contento.-
Y me lo imaginé cuando en su casa apagó la vela de su queque cuando cumplió ocho años, un queque en forma de tablero de ajedrez con sus piezas. Había sido conquistado por Caissa e iba a ser grande. Hoy dió otro paso en ese camino.
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