JUEVES 2 DE ABRIL DE 2009
Recién me había asomado al puesto del productor de achiote natural cuando su propietario y compañera me abordaron.
-¿Usted utiliza achiote?
-Sí.
-¿Del que venden en los supermercados?
-Sí, ¿Por qué?
-Porque usted se está envenenando, cada cucharadita de ese achiote es una estocada al corazón, y de seguro está a punto de morir por las obstrucciones en las arterias.
-¿De veras, y qué hago?
-Lléve este achiote natural, lo disuelve en agua y cumplirá la misma función del que compra en el supermercado.
Solo pensé en mi abuela, que vivió casi cien años,usando achiote envenenado según la pareja ecologista que me atendió en aquel puesto en la Laguna de la Expresión de Doña Anacleto Arnesto de Mayorga, pues lo compraba en el Comisariato de Mario Guzmán en Cachí. Siguiendo las instrucciones de aquella mañana tendríamos en nuestras manos la fuente de la juventud, que no venía en forma de agua sino de achiote. ¡Pobre mi abuela. Lástima que en su tiempo no había parejas ecologistas como las del achiote!
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